Conferencia “El amor en tiempos de desamor”, de Mónica Sorín

Va un abrazo afectuoso para todos.

Con Anna nos hemos propuesto comenzar yo con algunas reflexiones generales sobre el amor y luego ella continuar con el tema, tal como se nos presenta en la práctica del arteterapia. Al final, os invitaremos a resonar nuestra presentación, poniendo cuerpo y voz, a través de la multiplicación dramática.

Viviendo aún en Cuba, en 1986 publiqué un libro sobre el amor. Esta decisión surgió de mis muy inquietantes observaciones sobre cómo operaban las relaciones de pareja en esa época, en Cuba. El enorme interés que este libro despertó, me confirmó entonces sobre la necesidad de hablar de este tema.

Pero en ese momento no podía imaginar qué furiosos ataques recibiría el fenómeno amoroso en los años siguientes, tanto en la cultura contemporánea, como en la vida cotidiana del mundo occidental. Quizás es igual en el resto del mundo, pero carezco de información al respecto.

La ruptura creciente del tejido social, la ideologización sistemática de las relaciones amorosas y sexuales, el incremento de las prácticas sado masoquistas como si de una moda se tratara, o fenómenos como el Ghosting y sus diversas variantes: Orbiting, Caspering, Mooning. Benching, Curving, Fishing, Fielding, entre otras, dan cuenta del deterioro progresivo de los vínculos. Afirmar esto no supone creer que antes la situación era ideal, ni mucho menos. La pareja y la familia han sido durante milenios fuente de bienestar y – también-  de mucho sufrimiento psíquico. Como si “el paraíso” y “el infierno” se fundieran en estos contextos.

Es tan amplio y complejo el tema, que opto – en tan poco espacio de tiempo- por señalar algunos puntos que creo merecen nuestra particular atención en la actualidad. Me limito a enunciarlos, para que cada uno pueda, si lo desea, seguir profundizando en ellos; muy en particular, pensar cómo se reflejan estos fenómenos en nuestro trabajo cotidiano con personas y –por supuesto- cómo se reflejan en nosotros mismos:

Pocas necesidades humanas son tan universales como la de amar y ser amado. El amor es uno de los principales motores de nuestra conducta cotidiana. Sin ir más lejos: ¿alguno de los presentes puede afirmar que no necesita amar y ser amado? Sólo los psicópatas no saben de qué hablo. Lamentablemente, muchos psicópatas de diverso signo, de un lado y del otro, tienen poder ilimitado en el mundo de hoy, trazando con sus inhumanas políticas ideológicas, económicas, culturales, geopolíticas, entre otras, serios dardos a la construcción de los vínculos humanos en general y de los vínculos amorosos en particular.

Ha dicho Fernando Ulloa que la ternura debería ser el primer derecho humano y condición para el desarrollo ético de la persona (entendida la ternura no como ñoñería, sino como conciencia de tu propia vulnerabilidad y conciencia de que el otro no te pertenece).

Desalojar la ternura, supone pues deshumanizarnos. Y supone, también, cortar el compromiso ético con la vida.

Aceptar que nos necesitamos unos a otros, que yo te necesito y que tú me necesitas, implica  el enorme desafío de construir relaciones  que no  se conviertan en una pasión triste, para emplear un lenguaje spinoziano. Aceptar que te necesito y que tú me necesitas, no se contradice con el necesario desarrollo de la autonomía psíquica. Puedo ser autónoma en mi manera de pensar, actuar y andar por la vida, sin que eso me impida pertenecer, formar parte: de una pareja, por ejemplo. Es decir, lograr que el juego perverso del poder no implique la desigualdad en el ejercicio de la potencia de cada uno.

Que amarnos nos potencie, que amarnos no suponga que para que uno avance, el otro deba retroceder. Mayor es la lucha por el poder, menor es la potencia que se despliega. Me hace feliz decirlo:  quienes en el pasado hemos asistido a varios Symposiums de la EGS, hemos tenido el privilegio de ver a Margo y Paolo, a Paolo y Margo, como dos figuras que, amándose, alimentaban recíprocamente su propia potencia, y la del otro: Margo y Paolo constituían un poderoso nosotros, donde Margo era Margo y Paolo era Paolo; el tercero que formaban ellos dos, era – y aun es, en nuestra memoria-  una potente máquina de creación y de vida.

Es difícil construir vínculos amorosos, si no nos abrimos a la inocencia del devenir: apostar por la vida, aun frente a las inclemencias letales de estos tiempos. Dejar la puerta abierta: que la creación y el acontecimiento no sean abortados por la moral; moral que, en la actualidad tiene tantos ropajes que puede confundirnos si no estamos muy alertas. Cuando todo se reglamenta, desaparece el pensamiento crítico y hasta el amor se ve encadenado por preceptos morales. Recuerdo una vez más la importancia de no confundir lo moral, con lo ético. Lo moral nos dice lo que es bueno y lo que es malo, nos obliga a… o nos prohíbe que…

La ética, en cambio, nos invita a escucharnos y a problematizar nuestra existencia. La corrección política y la auto asunción de una supuesta superioridad moral por parte de sectores sociales de un lado y del otro, están sustituyendo a pasos acelerados no sólo el ejercicio del pensamiento, sino también el ejercicio del erotismo y del amor.

Se ha dicho que la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa. Podría agregarse que también ocurre lo opuesto: la historia ocurre dos veces, la primera vez como una miserable farsa y la segunda como una gran tragedia. Me temo que si no tomamos en serio las graves señales que el mundo de hoy nos indica sobre la manipulación de los cuerpos, de la sexualidad, del erotismo, podemos llegar a un punto sin retorno: cuerpos congelados, cuerpos clonados, cuerpos maltratados y maltratadores, cuerpos obedientes a prácticas amorosas descerebradas, que ponen en riesgo la salud física y psíquica de los seres humanos.

Otro aspecto que requiere nuestra atención es el de la creciente ola de fealdad en los vínculos cotidianos. Digo fealdad, para referirme al no cuidado estético de los vínculos. Eso me lleva a interrogar la manera en que los imaginarios contemporáneos dilucidan el ¿mal llamado? amor romántico. Mucho se habla hoy del “amor romántico”, para hacerlo responsable de varios males de nuestro tiempo. Y es cierto que bajo ese nombre se designa a fenómenos que deben someterse a profunda indagación crítica:

– por ejemplo, la dependencia emocional respecto al ser amado. Personalmente, creo que reconocer que necesito del otro y aceptar amorosamente que el otro necesita de mí, abren el camino a la ternura y al reconocimiento de nuestra vulnerabilidad. Esto, que nos hace humanos, se convierte en patología cuando el lazo amoroso se convierte en fusión. Esta fusión puede tomar diversas formas: creer que el otro es de mi propiedad o que el otro crea que soy de su propiedad, o ambas cosas a la vez, es decir que ambos creamos pertenecer al otro; ello se manifiesta, por ejemplo, en algo muy habitual: que la necesidad de reconocimiento sustituya al reconocimiento de la necesidad. No es un juego de palabras, es algo esencial para la salud: si mi necesidad de que el otro me reconozca, es mayor que mi necesidad de escucharme a mí misma, inevitablemente seré desgraciada. Sólo asumiendo hasta sus últimas consecuencias que yo soy yo y tú eres tú, puede construirse un saludable y amoroso nosotros.

Volvamos al ¿mal? llamado amor romántico. Lo que acabo de comentar, es decir, la necesidad de diferenciar entre la fusión y la necesidad humana de contacto, está hoy muy contaminada por discursos ideológicos que confunden el concepto y sobre todo la práctica de la autonomía. Para apagar el fuego, están hundiendo el barco. Es decir, se prostituye y se banaliza algo tan terrenalmente sagrado como nuestra necesidad de ser entre otros. Me duele, en particular, cómo esa operación ideológica que se realiza en nombre de buenas intenciones, va conformando subjetividades ajenas a la belleza y a la ternura. Recuerdo, por ejemplo, una entrevista que vi por TV. Le preguntaron a un joven cantante cómo haría para entregarle una flor a una muchacha desconocida; él, sobresaltado, exclamó: “¡nunca lo haría! Sería un acoso ¿no?”.  Al escucharlo, sentí una mezcla de asombro, tristeza, estupor. Comenté esto hace muy poco en una masterclass, y exactamente cuatro días después estaba yo sentada sola, en un restaurant, cuando pasó un joven paquistaní vendiendo rosas. En la mesa de al lado había dos hombres de edad mediana. Uno de ellos compró una rosa y me la entregó, con una sonrisa; no intentó conversar: de hecho, siguió hablando con su acompañante. Fue sólo un gesto, sin ninguna otra intención. Pero él no podía imaginar todo lo que desencadenó en mí: ternura, un calorcito en mi pecho, y la reafirmación de que esta “batalla” que me gusta librar, vale la pena. Vale la pena reivindicar la práctica de la belleza.

Al respecto: se está poniendo muy de moda el verbo “romantizar”; supongo que para quienes lo emplean, lo que acabo de contar sobre una simple flor, es romantizar una experiencia cotidiana. Si es así, bienvenida sea la “romantización”. Sueño con una sociedad donde la belleza se instale en la cotidianidad de los vínculos. Quien identifica el “romantizar” con algo bobalicón, algo idealista, algo cursi, debería recordar a los grandes románticos: Beethoven, Schubert, Robert y Clara Schumann, Chopin, Alma y Gustav Malher, Bécquer, Goya, Dickens, Goethe, Jorge Isaacs, José María Heredia, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Turner, Blake. La lista sería infinita. Lo que el romanticismo aportó a la historia del arte y de la humanidad, es inagotable. Y puesto que nombrar construye realidades, debería nombrarse de otra manera eso que se quiere nombrar. De lo contrario, podría ocurrir que en nombre de un “empoderamiento” mal entendido (donde se confunde fuerza con dureza y se confunde sensibilidad con debilidad o ñoñería), desaparezcan de nuestras vidas la belleza, la sensibilidad, la delicadeza, la ternura, la pasión.

¿Y por qué hablar de estas cosas en un evento dedicado al arte y a la expresión creativa? Porque pocas herramientas son tan poderosas como el arte y como la vivencia estética, para interrogarnos, para comprender, para transformarnos. Y porque -sin amor- los humanos dejaríamos de ser humanos y como una de sus consecuencias, el arte desaparecería. Abordar estos temas es por tanto una cuestión de supervivencia.

Toca a nuestra tarea, en cualquier ámbito (clínico, educacional, comunitario, a todos los ámbitos, sin excepción) la reivindicación y el cuidado de la ternura, de la pasión, del erotismo, de la belleza y de la vivencia estética, como ejes del amor.

Hoy en día, quizás desde siempre, muchos confunden la genitalidad con el erotismo. La gran Marguerite Yourcenar lo afirmaba en sus Memorias de Adriano, esa novela extraordinaria que- a mi juicio y entre otras intenciones- constituye un profundo homenaje al erotismo de los cuerpos y también al erotismo creativo.

Dice la Yourcenar: El juego misterioso que va del amor a un cuerpo al amor de una persona me ha parecido lo bastante bello como para consagrarle parte de mi vida. La obscena frasecita de Posidonio sobre el frote de dos parcelas de carne ……..no define el fenómeno del amor, así como la cuerda rozada por el dedo no explica el milagro infinito de los sonidos. Esa frase no insulta a la voluptuosidad sino a la carne misma, ese instrumento de músculos, sangre y epidermis, esa nube roja cuyo relámpago es el alma.”.

Cada vez que leo este texto, me conmuevo profundamente. Creo que no conozco ninguna obra de arte que sea fruto de la genitalidad, porque la genitalidad tiende a producir pornografía. Pienso que toda obra de arte surge, sin dudas, del libre fluir del erotismo creativo, del incomparable placer que genera el acto creativo. Y, en muchos casos, del erotismo amoroso. Erotismo creativo, erotismo amoroso: dos formas exclusivamente humanas del placer.

Si intento sintetizar los problemas más habituales que aparecen actualmente en los pacientes de mi consulta, son los siguientes:

­- cuerpos congelados. Cuerpos con poca capacidad de afectación, donde la “rumiación” mental opera como defensa para no sentir.

-construcción de vínculos permeados por normatividades ideológicas: a quién debo desear, a quién no, lo que debo permitir, lo que no. Paradójicamente, los viejos mitos y los nuevos mitos acerca del amor, que teóricamente buscan efectos opuestos, se entrelazan en una danza que me resulta igualmente letal, macabra.

-por un lado, ansia de encontrar “un amor” y –simultáneamente- estrategias inconscientes de huida al compromiso y a la pertenencia de un proyecto compartido.

-la moral irrumpe de manera castradora y se conforman cuadros de lo que podríamos llamar las nuevas patologías, es decir las nuevas formas que adquieren las patologías atravesadas por estos tiempos: los mal llamados trastornos alimentarios, la búsqueda compulsiva de “adrenalina”, la virtualización de los vínculos, entre otros.

Facilitar que los cuerpos hablen, se expresen, sientan. Que los cuerpos escuchen los latidos del mundo, los latidos de las almas.

Es un deseo que me acompaña siempre, en mi quehacer profesional: que nuestra tarea pueda contribuir al libre juego del erotismo creativo y del erotismo amoroso en nuestros estudiantes, en nuestros pacientes, en las diversas personas con las que trabajamos. Y, claro está, en nosotros mismos.

Mónica Sorín

Directora del Máster de Arteterapia Transdisciplinaria de IATBA

Conferencia realizada en el 34º Symposium de Artes Expresivas. Barcelona 2023

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